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Testimonio de Malika
resilientes traumas sexuales infantiles

24/06/2016

El monstruo de cien cabezas

De todas las tierras de vuestros padres y de vuestros antepasados debéis ser expulsados. Es el país de tus hijos lo que debes amar: ¡que este amor sea tu nueva nobleza, la inexplorada en el océano más lejano! Este es el país que ordeno a vuestro velo buscar y buscar.» 

Friedrich Nietzsche, así habló Zaratustra.

Esta memoria, que me ha vuelto.

 

Un recuerdo terrible me ha vuelto en un destello interminable, hace unas semanas. Es el recuerdo de agresiones sexuales repetidas, sufridas en mi primera infancia. La memoria de estos actos terribles, realizados en el silencio de todos y en mi profunda estupefacción, me ha vuelto en unos pocos relámpagos, 30 años después de los hechos.

 

Atravesó mi alma como un soplo de locura. Y si hubieras mirado al fondo de mis ojos en ese momento, habrías visto la visión insostenible de lo que yo estaba viendo. Finalmente.

 

Si hubierais mirado atentamente el fondo de mis ojos, en mi mirada asustada cuando me vino la memoria, habríais visto a una niña de tres años con los cabellos finos, los ojos abiertos y la garganta apretada, el alma afligida que gritaba por ayuda sin embargo. Habríais visto al mismo tiempo, los toques de mi primo, sus manos sobre mi sexo, mis manos sobre las suyas cuando me pedía que la excitara, su sexo en erección frente a mis pequeños ojos marrones. Habrías visto los numerosos escondites en los que me bloqueaba para pedirme que lo tocara: bajo la cama de campamento, detrás de un pequeño muret, en una tienda de campaña. Usted habría visto mi pelo fino y mi cuerpo paralizado y agredido sexualmente en silencio durante tantos años porque así es como me visualizo. Habríais oído las palabras que me han venido a la mente "cállate, debes callarte y no decir nada, déjate hacer te voy a enseñar" porque al fin las oigo.

Luego, si hubieras abierto tu mente y tratado de entender entonces mi incapacidad para reaccionar, habrías visto la mirada de los adultos. Los que no han dicho nada, los que han permitido las agresiones, los que han visto, los que se reían y se burlaban de lo que yo sufría, aquellos cuya conciencia es terrible y aquellos cuya inconsciencia es irresponsable.

Typhon, Copryright Eijine

Entonces, si hubieras comprendido mi alma en ese momento, habrías comprendido las terribles consecuencias de tales actos. Porque habríais visto y comprendido, por fin, todo lo que siguió. Todo lo que me quitó mi infancia. La masturbación compulsiva que tomó el lugar de mis pensamientos infantiles hasta los 7 años, el acoso en la escuela primaria, mis ansiedades y tristes pensamientos infantiles, mi ansiedad, mis estrategias para huir y ser perdonado sin cesar, mi incapacidad para existir plenamente.

Y entonces habrías visto lo que me puso en peligro tantas veces en la adolescencia, finalmente. Los numerosos exhibicionistas, los agresores que me dejé tocar, los que se masturbaron frente a mí, los que eyacularon frente a mí en mi silencio y mi mutismo, incapaces de huir, de gritar por ayuda o de protegerme. Porque, en efecto, la visión de un sexo, de una glándula que yo no deseaba desencadenaba en mí desde los 3 años, este sistema de acción y pensamiento: "cállate, no digas nada, sufre. Este sexo, que sufro y que me aterroriza, los adultos no dicen que es malo. Los hombres pueden tocar a los niños hasta en lo más profundo de su intimidad ya que los adultos han visto pero nadie ha prohibido. Los músculos afilados de los hombres son peligrosos y terroríficos, ya que fue por la fuerza que fui retenida en los escondites terribles y por el terror que mi garganta se estrechó."
 

Por último, si hubieras podido ver en el fondo de mi mirada, cuando la memoria volvió a mí, habrías visto y comprendido todas mis otras sumisiones peligrosas, las que sufrí en la edad adulta. Porque este sistema de valor invertido, de terror, de músculos afilados, que invadió mis conexiones neuronales de niño ha persistido en mi cerebro y mi alma de adulto. Incluso de adulto, no sabía defenderme y el mal frente a mí me asediaba como un sexo erecto puede aturdir a una niña de tres años que lo tiene en su mano bajo la mirada de un adulto riendo. Ya adulta, acepté que la empresa me agrediera y acosara, me hiciera perder mi alma y mis ideales, sin decir nada y sin huir. Como en los terribles escondites de mi primo. Sin decir nada y sin huir. Acepté también que el mundo se destruyera. Sin decir ni hacer nada.

Parece terrible, eh, encontrarse frente a tanto horror en unos pocos relámpagos de memoria. ¿Cómo aceptar semejante toma de conciencia sin volverse loco? ¿Cómo recuperar tal memoria en tan poco tiempo sin querer arrancarse los ojos, el vientre, las extremidades, el corazón, frente a este brutal terror?

Porque más que una memoria que reaparece, es todo nuestro ser que experimenta, re-experimenta el horror. Pero esta vez, en conciencia.

Esta memoria, traumática.

¿Cómo recuperar esa memoria cuando comprendemos que esos actos olvidados han desaparecido tantos años de nosotros porque eran terribles, casi letales?

Esta memoria es asesina y cuando me ha reaparecido, he creído morir. Sin embargo, la he dejado venir. Y no estoy muerta, y no estoy loca y soy libre y feliz ahora.

Gracias a la terapia emprendida él tenía más de un año, yo empezaba bien a saber mirar el mundo y aprendía cada vez más lo que debía ser el orden normal de las cosas.
Un fin de semana, conocí a los hijos de una amiga querida. Dos gemelos prematuros de dos meses con quienes pasé 4 días. Un niño y una niña.
Ayudando a su madre a alimentarlos, cuidando de ellos, me di cuenta que tenían un alma. Y que era hermosa. Ver a los niños investidos de un alma, desde el día uno de su existencia no es el tipo de cosa que sabemos cuando robamos la nuestra a 3 años haciendo entrar lo sexual en nuestra enemistad infantil.
Vi que ya eran dos ser muy diferentes estos gemelos. El niño era fuerte y vivo. La niña era más débil y parecía ansiosa.
Fue entonces cuando recordé a mi primo de niño. No había pensado en él desde hacía tantos años. Era fuerte, musculoso y malo. Era sumisa, amable, débil e ingenua.
Y de repente, recordé otra cosa. Pero en la reserva, en mi cabeza, sin expresarlo. Mi primo me pedía que lo excitara cuando era pequeña. Y me tocaba. Y eso duró mucho tiempo. Era mayor, pero apenas. Había una diferencia física y psíquica entre nosotros. Sus pequeños músculos eran afilados y su mirada me parecía tan fría.
Me acordé de esta diferencia al enfocar mi atención en la belleza del alma de los gemelos. Nuestra alma debía traslucir también al mundo. Me di cuenta de que los adultos que nos rodeaban en aquel momento no debían habernos visto investidos de almas, niños. Porque mi mirada los habría helado, porque habrían visto en ello un terrible grito de auxilio.
Fue entonces cuando me vinieron estas palabras "cállate, no dirás nada." Estas palabras se vincularon con este pensamiento: en realidad, ¡yo no estaba consentida!

Llamé a mi madre diciendo "¿recuerdas los juegos del doctor con mi primo?" Ella lloró cuando le describí las escenas. Ella gritó la injusticia y me explicó que no eran "juegos del doctor." Ella me dijo que eran agresiones sexuales. Yo creía que ella siempre había sabido, para esos "juegos del doctor" que se convertían, 30 años después, en agresiones sexuales.
Pensé que eran "juegos de doctor" durante todos estos años, porque otro adulto nos había visto, se rió y no nos prohibió. Yo había hecho lógicamente esta conexión: todos los adultos piensan que lo que pasa no es grave. 
Por eso, y porque yo sabía que lo que pasaba era terrible, creí toda mi infancia, y luego toda mi vida, que nunca un adulto, de hecho, podría protegerme. Así que tuve que soportar sin decir nada, varios años seguidos en la infancia.
Han pasado unos días, con los gemelos.
Sentí que algo venía dentro de mí. 
Sudores fríos.
Estaba sudando. No dormía más. Soñaba extrañamente.
Pero sabía que en su presencia debía tener cuidado. Había una madre agotada, mi amiga, y yo estaba a cientos de kilómetros de mi casa. 
Recordé que después de los 4 años, mis únicos recuerdos eran sexuales. Masturbación. Compulsivo. Que sustituyó mis escalofríos de conocimiento y mi imaginación de niño. Me castigaba cuando me masturbaba demasiado. No pensaba en otra cosa que en la noche.
Entonces recordé todas las veces que un hombre me había mostrado su sexo al agredirme. Recordé que cada vez, perdía la palabra, a veces durante varios días.
Estas memorias me volvieron en pocas horas, me daba miedo. Llegaban en cascada estas memorias, no se detenía.
Y luego, de camino a casa, fui a la esteticista. Depilación del maillot. Imposible dejar que la esteticista se me acercara. Sudores fríos. ¡¿Qué estaba pasando?! 
Me fui a casa. 
He besado al que comparte mi vida. 
Me eché a llorar. Lo que pasaba en mi interior era aterrador. Sentía que tenía que dejar que todo volviera. A pesar del miedo que se me subía.
Lo que estaba pasando era que me preparaba para ver la locura de la agresión sexual repetida, y del adulto que sabía, veía y dejaba pasar.
Por qué. ¿Por qué de repente veo. Por qué de repente entiendo. ¿Por qué no antes? ¿Por qué no este fin de semana cuando finalmente recordé muchas cosas? ¿Por qué no en un momento dado, durante los últimos 30 años?
Entonces grité. Ahhhh. Sin palabras grité. 
Luego me callé. Perdí la palabra. ¿Cómo explicarle a mi amigo todo lo que estaba descubriendo. ¿Cómo explicármelo a mí mismo?
Volví a gritar entonces. Todo volvía más arriba con los gritos que me permití decir.
Y con los pensamientos que reformulaba en mí. Había locura en mi mirada. Si alguien hubiera mirado mis ojos en ese momento lo habría visto.
Habría visto pasar en mis ojos aturdidos y a una velocidad loca el recuerdo de los toques, su sexo, su glande. Rojo. Sus palabras amenazantes. Sus pequeños músculos afilados.
Habría visto a los adultos y sus miradas. Los adultos que sabían y no decían nada. Que veían. Que se reían. Que no prohibían.
La memoria de la visión de mí tan pequeña y vulnerable ha vuelto.
Si alguien hubiera mirado mis ojos en ese momento, habría visto mi pelo tan fino y mi cuerpo tan pequeño, sorprendido por lo sexual que no debería haber entrado en mi intimidad.
Habría visto el recuerdo de la masturbación compulsiva que ha tomado todo el lugar en mi vida.

Y la memoria de la palabra. La palabra que me habían quitado y que nunca tuve.
Me callé. Y grité.
Quería coger un cuchillo. Clavármelo en el estómago.
Quería coger un cuchillo. Clavárselo en el vientre de mi amigo.
Entonces grité: «VETE, voy a ser peligrosa». Esa fue la última palabra que logré conseguir.
Se ha ido.
He bebido. Media botella de vino.
Él ha vuelto.
Grité. Ahhhhh. Me dijo "estás loca." Gritando. Más que yo. 
Caí en lágrimas. Caí. En el suelo, babeando.
Y en mis gritos esta vez logré decir. Decir la agresión. Ya no gritaba ahhhh. Gritaba "protégeme incondicionalmente." "Protégeme sin palabra, sin pregunta, necesito tu protección." Por qué, me preguntó.
«No hagas la pregunta, es incondicional."
Él no entendía. Yo me hundía más y más.
El suelo me atraía tan fuertemente. Como si la ingravidez fuera más fuerte ese día. Yo rodaba por el suelo como un derrumbe. Literalmente, se derrumbó.  
Pero sentí que tenía la oportunidad de decir, en mis gritos. 
Así que dije todo. Lo expliqué todo. Me dijo "explícamelo todo, no puedo entender sin palabras." 
He dicho que. 
"Mi primo me agredió sexualmente y pensé que no era grave y ahora me doy cuenta de que si me decía que me callara y me pedía que excitara su sexo y me escondía en su escondite y duró años y el acoso en mi empresa se deriva y todo se deriva de todo lo que podemos entender ahora. Estuve a punto de morir porque el mundo está loco."
Lo entendió. Me prometió protección y yo sabía que no mentía.
Entonces me quedé callado. Porque al recuerdo de la agresión se le sumaba la súbita conciencia de la injusticia de toda una vida herida.
Y perdí el habla durante 3 días.
Y mis ojos estaban llenos de locura cada mañana. 

Porque en mi mirada, una y otra vez, circulaban los recuerdos.
Y sentía esa locura venir y volver, cada vez que ponía la agresión en palabras en mi cabeza. 
Y a cada cosa que miraba y veía y pensaba de nuevo. Todo tomaba vínculo y sentido. Y los vínculos y el significado eran tan difíciles de pensar y vivir.
Así que sudé. Me quedé en silencio. Temblaba de locura.
Y mis ojos. Tenía la locura en los ojos. Otra vez.

Entonces lo que pasaba en mis ojos, lo que estaba experimentando esta vez en conciencia, con el tiempo y la ayuda de mis seres queridos y de la terapia, terminó siendo digerido por mi cuerpo. Me liberaba de las garras de un monstruo horrendo, tan complejo, tan loco. A cien cabezas.

Esta memoria esencial, para no formar parte a pesar de sí mismo, del monstruo con cien cabezas.

Creo que existe un monstruo de cien cabezas, que impide a las almas ser libres y a los niños existir. Este monstruo de cien cabezas, son todos ustedes, los adultos que no nos protegen sin condiciones.
Este monstruo tiene cien cabezas, pero solo tiene un cuerpo. Juntos tenéis el mismo cuerpo de monstruo. Los músculos afilados, los brazos fuertes que ponen la mano sobre la boca de los niños y que trituran nuestros pequeños huesos, el acoso, el sexo afilado, la manipulación, el terror, la trivialización del mal, la perversión, las risas burladas, la estupidez, la sombra en todos sus rincones.  Las mandíbulas poderosas y avanzadas, los dientes separados, los ojos llenos de sangre. Sin pelo, sin humanidad, sin piel, en frialdad. Aterrador.

Este monstruo de cien cabezas es sutil. Si no tenemos cuidado, todos podemos ser parte de él.

El monstruo son mis padres porque no vieron mi sufrimiento.
El monstruo son los violadores, los exhibicionistas, los agresores.
El monstruo es mi tío y mi tía porque han transgredido las prohibiciones con su hijo, mi primo.

El monstruo es la empresa acosadora, los empleados en negación, las finanzas desreguladas y el capitalismo exacerbado.
El monstruo es mi tía, porque ella vio las caricias y las autorizó.
El monstruo son los políticos corruptos, los médicos que no entienden el sufrimiento en el trabajo, los profesores que no dicen el acoso en la escuela.
El monstruo es mi abuela, porque cuando vio a su hija ser agredida sexualmente por su abuelo hace 60 años, ella no dijo nada.
El monstruo son los que trivializan las agresiones y los que no defienden a las mujeres cuando se habla de su cuerpo de manera indecente.
El monstruo es mi abuelo porque como mi padre, no supo proteger a su hija.
El monstruo son los adultos que no ven la belleza en todas las cosas, que no respetan a las almas y que no saben darse sentido.
El monstruo es mi bisabuelo porque abusó sexualmente de su pequeña durante años en el silencio de toda una familia. El monstruo soy yo, porque me destruí y no pude ser por tanto tiempo. 
Soy yo porque seguramente yo tampoco era capaz hasta entonces de ver el horror de este mundo.
El monstruo se reproduce a sí mismo, repite las mismas cosas, los mismos gestos, incansablemente. Un hombre que agrede sexualmente a un niño, una mujer que ve y no dice nada, toda una familia que se calla. Y la sociedad. La sociedad entera que invierte sus valores.
Si nadie sale del monstruo, el monstruo se queda.

Estoy triste, porque todavía me pregunto ¿por qué este monstruo de cien cabezas sigue destruyendo a los niños? ¿Por qué sigue permitiendo que los niños sean abusados, violados, agredidos sexualmente en el silencio, en el horror más terrible y en el olvido? ¿Por qué se deja que este monstruo destruya la belleza de los niños? ¿La belleza de su alma tan pura? ¿Por qué se deja que toda la humanidad pierda el aliento? 

Porque ya no tiene sentido, ¿es eso? 
Se deja entrar la violencia en el corazón de los niños porque la humanidad ya no tiene sentido, ¿es eso? 
No veo otra cosa. 

Esta memoria, como un nuevo aliento para traer el sentido y ver el alma hermosa, de todas las cosas.

Sueño con que hagamos perder un poco de fuerza a este monstruo. Pero sé toda la dificultad de salir de sus garras. El niño agredido, atónito, está bajo las garras del monstruo. Para salir de él, hay que trabajar nuestra memoria de adulto. Hay que ver al monstruo en retroceso. Creo en el hombre adulto, en su fuerza y en sus capacidades de evolución y cambio a escala de una vida. Creo que una buena parte de las cabezas del monstruo tiene la capacidad de mirar a la bestia hacia atrás, y así liberarse.  Y así ya no depender de los engranajes del horror, sino convertirse plenamente en actor de su vida, en una energía increíble, alegre y creativa, la que proviene simplemente del hecho de dejar nuestra alma ser libre al mundo y ver el alma de todas las cosas, en el mundo.
Una vez que el niño ha crecido, puede decidir quitarse los músculos afilados del monstruo. Debe entonces mirar al monstruo de cien cabezas en la cara. Debe enfrentar el horror. 
Él debe recuperar la memoria. Busquemos la memoria de nuestras agresiones y de todas las agresiones del mundo. El adulto debe asumir sus responsabilidades y buscar esto. Aunque sea difícil. 

Cree en la belleza, mira al monstruo. 

Si te conviertes, o eres uno de esos adultos que han comprendido al monstruo, entonces serás capaz de ayudar a los niños cuando son niños. Usted será capaz de proteger, naturalmente. Sin condiciones. Usted será capaz de sacarlos del monstruo cuando él se muestra. Se convertirán en niños autónomos que buscan el sentido en sí mismos, que buscan hacer vivir su alma de manera luminosa y libre. Y nunca serán parte del monstruo.

 

Y cuando muráis estaréis tranquilos, porque los niños verán la belleza en los cielos y en todas las cosas del mundo.

Ellos estarán en conexión libre y eterna contigo y con la humanidad como debe ser: hermosa, sin el monstruo de cien cabezas que destruye la infancia y los ángeles humanos. 

No buscarán hacer vivir eternamente su cuerpo ya que encontrarán en cada momento, su eternidad.

No buscarán la salida sin cesar y sin meta, pues habrá en ellos un soplo que, abarcando todas las cosas, les permitirá conocer todo en el espacio y en el tiempo.

No buscarán colonizar el espacio y los planetas y las estrellas tampoco, porque sabrán que son suyas cuando su alma navegue sin su cuerpo, y cuando las miren con atención.

Con una mirada conocerán la tierra, el agua y el aire.

No agotarán los recursos de la tierra.

Tendrán fuego en ellos. El fuego creador y alegre.

Tendrán un alma, qué. Qué hermoso es un alma.

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