Si hay una institución cultural en Francia, es ella.
Su prestigio es tal que todos sus errores, sus excesos y sus faltas de gusto son vistos por el público parisino como nimiedades o errores momentáneos.
Ariane Bilheran se atreve aquí a ofrecer un retrato sin adornos de la Casa de Molière como proxeneta de la nueva prostitución ideológica.