Los últimos años nos han expuesto no solo a la propaganda de masas, sino también a su descaro: ya no se esconde, se impone, se exhibe, reivindica su condición de prostituta de la información. Las mentes que han presenciado estas burdas maniobras, por ejemplo, las de los actores que solemos encontrar en situaciones de crisis, han emergido de una primera caverna platónica.