La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, el 26 de julio, fue ampliamente debatida, lo que hizo que mi artículo del domingo pareciera casi anacrónico, como si perteneciera al siglo pasado. Lo que deduzco es que el temido ataque efectivamente tuvo lugar, pero en forma de atentado indecente, perpetrado desde dentro y por los propios poderosos.